UNA EXPLORACIÓN DEL POEMARIO "PÁJARO" DE WILDER CAURURO SÁNCHEZ
(La paradoja de Plinio el Viejo o los deseos frustrados)
(La paradoja de Plinio el Viejo o los deseos frustrados)
Por: Rodolfo Sánchez Coello.
Vivir sus deseos,
agotarlos en la vida, es el destino de toda existencia – decía Henry Miller. Y es que el espíritu deseante del
hombre es insaciable, y es precisamente este el vórtice desde el cual giran centrípetamente
los poemas de “Pájaro - Escrito para no matar”.
I
EL PÁJARO,
SÍMBOLO DE LOS DESEOS
En el ser humano los deseos significan más que aspiraciones a ser
logradas, sino que gradualmente se convierten en evidencias de su verdadera
valía en el mundo. Cuántos más deseos se cumplan, más se cubre la necesidad de
afecto en el ser humano. La satisfacción está marcada por la consecución.
El hábito síquico y universal de desear es connatural a la
espiritualidad humana, es como en un león la pulsión de comer carne o la fuerza
que obliga a una planta a dar frutos. No desear es simplemente utópico.
De acuerdo a Jacques Lacan (eminente sicoanalista francés que
refuerza la teoría freudiana con aporte de lingüística, matemática y
estructuralismo), el deseo es producto de una organización y reorganización
entre la demanda de afecto (amor) y el requerimiento urgente de una
satisfacción, y por eso mismo, es necesario la presencia del Otro (con
mayúscula), puesto que el requerimiento de satisfacción viene del sujeto, de
uno mismo; mientras que la demanda de amor debe proyectarse desde otra persona,
para la satisfacción de la necesidad o simplemente para recibir el
reconocimiento externo. Y esto es hace que se desarrolle y evolucione el ser
humano porque lo ayuda a organizarse mejor.
De lo dicho se concluye que el deseo tiene algunas peculiaridades:
1. El
deseo es una demanda de amor que requiere del auxilio de los Otros, los cuales
son seres imperfectos, libres, pero
imperfectos.
2. La
satisfacción del deseo es efímera, y por lo tanto es imposible lograr una
satisfacción para siempre.
3. La
satisfacción de los deseos generan angustia, porque conllevan a pensar cómo
satisfacer a los Otros.
En este poemario, Caururo Sánchez, desde nuestra óptica, presenta
estas ideas metaforizando al deseo como un pájaro, libre, pero fácil de
aprisionar, en sinonimia con los deseos, que son sentidos y creados para el de
perfeccionamiento de la vida, pero encierra a su vez una manifiesta imperfección.
Por ello, el poemario presenta una constante paradoja a través de sus respectivos
textos.
II
LA
PARADOJA DE PLINIO, EL VIEJO
En la parte central (página 9 a la 29) encontramos a lo largo de
muchas poesías, una paradoja que denomino: La paradoja de Plinio el Viejo.
Este personaje fue un escritor, naturalista y militar del siglo I,
en la Antigua Roma. Plinio el Viejo,
presenció la erupción del volcán Vesubio y optó por acercarse más con una doble
finalidad: estudiar mejor el fenómeno y auxiliar a sus amigos; sin
embargo, al intentar salvar vidas y
brindar más conocimiento al mundo, termina perdiendo su vida y, por ende, deja
de dar más conocimientos al mundo. Encuentra la muerte buscando la vida y por
adquirir conocimientos termina perdiéndolos. Plinio sólo encuentra lo contrario
de su búsqueda.
Así sucede con los humanos, que en el intento de perseguir sus
deseos para satisfacerse, sólo encuentran, si manejan mal su libertad, nada más
que insatisfacción.
Esta parte de “Pájaro (…)” es paradójica porque nos induce a
pensar que lo que más buscamos es lo que a la larga nos neutraliza; y lo que
aceptamos con naturalidad y amor, en verdad castra nuestra naturaleza y frustra
el amor. Esta es la paradoja de Plinio el Viejo, que parece cumplirse como una
profecía ineluctable en cada uno de nuestros actos.
En los poemas de Wilder Caururo, se nota que el poeta trata de
expresar que el hombre está imposibilitado de consumar a plenitud sus deseos.
He logrado identificar cuatro acciones humanas que impiden cumplir con nuestros
deseos y fundamentan la paradoja de Plinio el Viejo:
Primero, la imposibilidad de encontrar
el amor verdadero: El hombre busca satisfacer su deseo de ser
amado dentro de la relación amorosa, pero una vez lograda se encuentran
defectos que en la mayoría de los casos terminan destruyendo el amor.
En los versos 1 al 8, habla de la sexualidad en acto y proceso,
como manifestación del amor, ya logrado, consumándose.
UNOS
OJOS JUEVES
(Pág 21)
Este es el verso con el que te desnudo
Te quito el cuerpo
Te abro entera con el estilete de mi lengua
Saturándote de luz
De miasmas
De la cantidad incalculable de rocío
Derramado en mis manos
En un deseo que es más largo que tu nombre
Verso
9 al 21. Una vez conseguido el amor, empieza a deteriorarse, por la rutina, el
tiempo, el conocimiento del otro o simplemente, por la absurda necesidad del
cambio.
Visión de una puerta que nunca responde
Te presiento temblar
Proferir malignos comentarios de un raro
Grosella
Te dejo hacer
Dubitando por la vela
Clavas mil doscientas estacas donde
Reposamos alguna vez
Y te abro
Definitiva en mí
Como los mil segundos preconcebidos
Y la forma perfecta de echarlo todo a perder
Con la tapa y no con la botella
Como
se observa, en un inicio la persona ama con perfección y deleite, al grado de
estar saturando con luz (verso 4) a la pareja, pero al amor finaliza
identificando a la amada con el desprecio.
Verso
30 al 32.
Ojos que roban muñecas de trapo
Y si este es un desprecio
Debe de tener tu voz.
También encontramos rasgos de estas
ideas en la poesía: “In vino veritas” (pág 13).
Segundo: La imposibilidad de cumplir
los deseos por el hábito de vivir en el pasado. Vivir
para, en, y de, los recuerdos es como una maldición propia de la naturaleza
humana, sobre todo, cuando ese pasado es considerado positivamente hasta la
actualidad. Wilder nos dice en “Mi nostalgia”:
MI
NOSTALGIA
(Pág. 17)
Degustemos los versos 1 al 16:
Mi nostalgia es una mañana
En la que los ojos dijeron tan poco
Y la ciudad era extraña
Y tú y yo respondimos como debimos
Con el alma
Y con la vida
Y entendí la ley de la piel
Y entendí la ley del sentimiento
Y guardé en mi interior rosas silvestres
Fiestas de otoño adormecidas
Convertí mi decir en una cábala
Y nunca estuviste ahí
Sólo fui el incendio
En un bosque sombrío
Los
últimos versos hablan de un pasado placentero y acertado, donde los deseos se
cumplieron a perfección, incluso, llegando a conocer las verdaderas leyes de la
vida. Hasta esta parte del poema los verbos están en pasado. Pero desde el
verso 17, los verbos en presente se adscriben a representar el presente, que ya
es sombrío y detestable, motivo que induce al ser humano a vivir de lo que fue,
convirtiéndose el recuerdo en un deseo que ya no puede concretarse en la
actualidad.
Versos
17 al 28.
Mi nostalgia es sólo un no decir
Un estate quieto que nunca llega
Mi nostalgia es sacar el revólver para
Coronar con un disparo
Cada vértigo que tu nombre repite
Mi nostalgia es una niña extraviada en el mar
Eso que no eres
Eso que nunca podrás ser
Porque alguien devoró tu alma
En algún momento del retorno
Mi nostalgia es ahora una espina
Un grito dorsal
El
verso 22 “mi nostalgia es una niña
extraviada en el mar” es un verso especial porque habla directamente al lector
sobre nuestras inseguridades más latentes. La niña, el niño o el infante, es
una alegoría de la indefensión, de la parte más vulnerable que tenemos ya sean
nuestros miedos o vacíos. Y el mar, es la idea de lo inmenso, de lo gigantesco,
de lo inabarcable, idea que siempre ha atemorizado o sorprendido al hombre. En
esa enormidad nuestra “niña” está extraviada e indefensa.
Tercero: La imposibilidad de vivir a
plenitud los deseos debido a su carácter transitorio: El ser
humano se esfuerza por lograr sus deseos, pasa penurias, sacrificios y, a
veces, odiseas terribles para lograrlos. Invierte para concretar los deseos
mucho tiempo, dinero y amor, pero una vez alcanzada la meta, la satisfacción
del deseo se torna efímera, sólo dura un lapso minúsculo, porque el ser
deseante busca de inmediato nuevas satisfacciones. En “Sofrosina, se habla de
alguna aventura sexual. Leamos los versos del 1 al 12:
SOFROSINA
(Ver
pág 19)
Conseguí una sonrisa
Y el costo es módico
Y el pasadizo rojo
Me freno en el instante de solazar mi agonía
No se lleva el alma a lugares así
No llevarías mis sueños para arrojarlos de
Hinojos
Y a las
reinas de belleza se les caerían los ojos
Se posaras ahí
El
deseo es particularmente pasajero. El poeta compara esta propiedad con la
fugacidad del pacer sexual, y a partir
de esta imagen se logra extrapolar tal situación a cualquier deseo. Así, si se
desea tener un auto, y lo haces, se satisface el deseo, y luego, surgen ya
nuevas expectativas o problemas. Es necesaria una recurrente y eterna búsqueda
de satisfactores. Esto, obviamente, impulsa la vida, la motiva y cualifica,
pero además crea la idea de que la insatisfacción también es eterna.
Verso 13 al 21.
Y no dejo de hacerme la misma pregunta
Y tal vez
Un gemido así
Una boca así
Desfigurada por el asco
Expendiendo desolación
Para gratificarme
Es la que me hace sentir
Lo que he aprendido a sentir?
Cuarto: La imposibilidad de no seguir
las convenciones sociales: Una convención social es un conjunto
de criterios, reglas o normas que son aceptados a nivel general en una
determinada comunidad. Esta aceptación es de manera consciente o inconsciente.
Por ejemplo, el escribir de derecha a izquierda, el hablar en voz baja dentro
de una iglesia, el vestirse de negro en lo velorios o el desnudarse al hacer el
amor. Vivimos rodeados de convecciones.
Las
convenciones son ejecutadas por todos, es más, todos aspiramos a estandarizarnos
porque no actuar de acuerdo a las convenciones hasta provoca marginación
social. Por ejemplo: las niñas de seis años deben llevar el pelo largo. Ser
convencional entonces es un deseo, pero lamentablemente las convenciones
limitan nuestra actuación. Hay deseos que necesitamos satisfacer pero las
normas lo prohíben, y esto genera frustración. Y es que las normas llegan a ser
casi sagradas.
En
el poema “dinamité el templo de afrodita”, la voz poética rompe un
convencionalismo, graficado en la destrucción de algo sagrado.
Versos
1 al 14.
DINAMITÉ
EL TEMPLO DE AFRODITA
(Pág.
9)
Dinamité el templo de afrodita
Pólvora inflamada en el dolor
Todo cuerpo desnudo se deshizo
Y me quedó la duda
Mordí el pezón de la insatisfacción
Bajo la turbia nada de mi obra
Y supe que la belleza no soporta
Jamás
Los embates destructores del alma
Ni los desprecios de una espada
Envainada
Y anduve ciego
Persistente
enfermo
Luego
del quiebre de lo convencional, quien lo hace, se ve relegado de la sociedad.
Por eso cumplir el deseo de ser único, fuera de lo establecido, sólo puede
terminar en el aislamiento y el desprecio social. Esta paradoja la vivimos casi
a diario.
Versos
15 al 27.
Navegué torturado
Por los mares que me señalaste
Traje conmigo toda la venganza
Acumulada en el exilio
Me elevé en espirales
Contraje moneda
Rechacé la redención
Que me propusiste
Me hice un dios
Un cachorro de león
Para evitarte
Estuve entre los despojadores
Indagando por alguna evidencia tuya
III
ALIENTO
FINAL
Los versos de “Pájaro” esconden en su cauce discursivo sin puntos
ni comas (sólo hay un punto al final), un orden sintáctico que se comprende
intuitivamente, y por lo tanto, desembocando en una sencillez de forma con un
mensaje existencial difícil de discernir para los seres humanos, pero fácil de
transparentar a través de la poesía. Por ello, la lectura de “Pájaro”, es una
invitación a comprender subjetivamente los
intrincados procesos del alma humana, ofreciéndonos toda nuestra complejidad,
como ante un espejo arcano que nos muestra aquello que oculta la piel, y que a
veces parece ocultarse tras nuestros temores y angustias.
Sábato planteaba que “la falsificación del fondo viene casi
siempre acompañada de pomposidad en la forma”, y esto es algo que no se cumple
durante la lectura de los poemas de Wilder Caururo, puesto que, al fin, el
lector logra aceptarse en tan enorme mar, pues, como dice él mismo en uno de
sus sugerentes versos, hace sentir el alma entre los dientes (Pág 26).
EN CONCLUSIÓN, el
poemario brinda un panorama de lo que somos en el fondo, es decir, un manojo de
deseos orientados al ocaso de un día triste, pero soleado.
Huaraz, luego de una tibia batalla de luna. agosto 2015.
RABINOVICH, Diana S. La angustia y el deseo del Otro. Manatial Editores. Recuperadode: http://www.emanantial.com.ar/archivos/fragmentos/RabinovichADOFragmento.pdf.
SÁBATO, Ernesto. El escritor y sus fantasmas. Seix Barral - Biblioteca Breve. 2002.
Felicitaciones amigo por tu contribución a la literatura e intelectualidad ancashina.
ResponderEliminar